El pueblo de San Bartolo Ameyalco se organiza para hacer frente a las políticas de despojo y privatización.
Es la mañana del domingo 25 de mayo de
2014. En el centro de San Bartolo Ameyalco no hay señales visibles del
conflicto violento que vivió el poblado el pasado miércoles 21. Las
escaleras de una comisaría -frente al quiosco, a unos metros de la
iglesia- se han convertido en un improvisado templete. Desde ahí,
algunos habitantes del poblado recuperan la frustración, el enojo y el
hartazgo acumulados tras siglos de luchar por su manantial, catalizados
por la inesperada e innecesaria violencia ejercida por el Estado hace
apenas unos días.
Pero hay algo más. No es sólo visceral
enojo lo que mueve a San Bartolo. Hay también señales claras de un largo
proceso de organización. El pueblo a partir de hoy comienza a construir
autonomía. El primer paso, afirman, es suspender la realización de
elecciones en Ameyalco: ni una casilla se instalará aquí, nunca más un
partido los gobernará. El segundo es desconocer a los comités vecinales
elegidos a través del Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF).
En su lugar, regirán los usos y costumbres del pueblo: La Asamblea, las
mayordomías, las formas ancestrales de organización política.
Hay una tercera medida, la más urgente en
la movilización de San Bartolo: lograr la liberación de los cinco
presos del día 21. Reportan numerosas irregularidades en el proceso: las
detenciones fueron arbitrarias, no fueron conducidos al Ministerio
Público (MP) de inmediato, la serie de irregularidades procesales
durante la estadía en la agencia 50, el desconocimiento -por parte de
los familiares y la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal
(CDHDF)- del juzgado en el que se está llevando el caso, entre muchos
otros. El mismo día 25, después de la Asamblea, una marcha caminó hacia
Las Águilas para exigir su liberación. La CDHDF investiga ya el caso.
Numerosas organizaciones de la sociedad civil se movilizan en apoyo de
los detenidos.