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Acerca del imperialismo en complejo agroalimentario mundial



Mucho se ha escrito, y se escribe, sobre problemas como la desaparición de unidades campesinas y de pequeños productores, la necesidad de abastecimiento de alimentos para una población mundial en intenso crecimiento y los riesgos para la salud humana y la destrucción de ecosistemas asociados a los nuevos paquetes tecnológicos incorporados a la producción agraria. Sin embargo, los aportes concentrados en los alertas ecológicos y alimentarios y en las críticas a las nuevas tecnologías, en ocasiones, omiten una referencia global de la dinámica económica, social y política que inscribe la cuestión en un asunto de crítica antiimperialista.

Estas notas tienen por objetivo revisar la incidencia del capital imperialista en el complejo agroalimentario global atendiendo a la formación de empresas monopólicas u oligopólicas que concentran la producción y la comercialización, la preponderancia del capital financiero, el accionar de las potencias capitalistas en la trama agroindustrial mundial y el papel de las instituciones estatales.  


La concentración y la centralización del capital agroindustrial
Los conceptos de complejo agroindustrial y sistema agroalimentario nos permiten incluir en el abordaje de la cuestión alimentaria, además de las actividades estrictamente agropecuarias, a las industrias de insumos, las maquinarias agrícolas, la comercialización de alimentos, el acopio, el desarrollo tecnológico, el financiamiento, el transporte y el procesamiento agroalimentario que se articulan a escala planetaria (Muller, 1982; Friedmann, 1992; McMichael y Myhere, 1990).

Los agroquímicos y los fertilizantes, las maquinarias agrícolas, el desarrollo de nuevas variedades de plantas y animales producidas por el desarrollo biotecnológico y la genética aportan cuantiosos beneficios comerciales para las empresas que los producen. De este modo, la centralización del capital consigue concentrar también el desarrollo científico y tecnológico de la sociedad. 

No obstante, la adquisición de conocimientos y la transferencia de conocimiento científico se convierten en mercancías intelectuales que se compran y se venden como las demás mercancías. El advenimiento de la protección de las obtenciones vegetales y el cobro de patentes biotecnológicas han llevado al sector privado a liderar las inversiones en investigación en este rubro (Busch, 1994: 73-74). Por consiguiente, en el complejo agroindustrial se expresa la concentración del proceso de invenciones y perfeccionamientos técnicos que elevan la eficiencia y reducen los costos de producción. Las grandes empresas agroindustriales transnacionales tienden a monopolizar el servicio de ingenieros y técnicos, impulsan el desarrollo científico y tecnológico de acuerdo a sus intereses y utilizan la innovación en la materia en su lucha competitiva internacional contra sus rivales.


El complejo agroalimentario global y el capital financiero

La actual fase imperialista del capitalismo(1) ofrece un escenario donde las empresas globales desarrollan operaciones en diferentes países y en una gran cantidad de rubros. Por ejemplo, Cargill está presente en 49 países con más de 800 instalaciones entre oficinas y plantas y es líder mundial en el comercio de granos y de más de 103 productos. 

Pero estas empresas expresan también un enorme poder financiero que se expresa en intereses en bancos, otorgamiento de créditos a los agricultores y financiamiento del desarrollo de nuevas tecnologías (Morgan, 1979: 49). Desde esta posición estratégica, extienden y consolidan posiciones en áreas clave del sistema productivo y manifiestan un tipo de capitalismo en el cual el capital bancario, el capital industrial, el capital agrario y el capital comercial se encuentra interpenetrados recíprocamente.


Viejos y nuevos imperialismos en el complejo agroindustrial global

La supremacía global de los Estados Unidos se expresa también en el desarrollo que alcanzan sus empresas agroalimentarias a escala planetaria y sobre distintas ramas de la producción y distribución. ConAgra, Cargill, Archer Daniels Midlands (ADM), Quaker Oats y General Foods son algunas de estas grandes firmas con filiales en numerosos países y con un alto nivel de concentración económica ligada a distintos productos que resultan los actores centrales del desarrollo imperialista norteamericano en este campo. Por el lado de la maquinaria agrícola, John Deere, Harvester, Caterpillar y Massey Ferguson han expandido sus operaciones a escala global a lo largo de todo el siglo XX. Al mismo tiempo, estas compañías, en su dinámica expansiva, establecen alianzas con capitales de diferente origen e incluso de potencias capitalistas rivales.

Desde 1954, el gobierno de Estados Unidos desarrolló el programa “Alimentos por la Paz” como principal herramienta para la colocación de sus excedentes agrarios en el exterior. El programa permitía estrechar lazos con otras naciones, principalmente se trataba de países pobres, que compraban productos alimenticios a precios preferenciales y en moneda local. De esta manera, se financió la penetración de proyectos agroindustriales de grandes empresas norteamericanas en el exterior y la consiguiente expansión de mercados para éstas.

Los países de Europa occidental habían alcanzado la plena autosuficiencia en la producción de alimentos a fines de la década de 1970 amparados en la Política Agrícola Común (PAC) en el marco de la Comunidad Económica Europea (CEE) que desencadenó negociaciones y conflictos con los Estados Unidos. A partir de entonces, pasaron a incrementar sus exportaciones agrícolas, casi triplicándolas entre 1975 y 1987 (Teubal, 1995: 34)(2). 

Las empresas agroalimentarias europeas han experimentado una extraordinaria expansión en interés del capital financiero, en donde se manifiesta una tendencia al entrelazamiento entre el capital agrario, el bancario y el industrial. En las sucesivas expropiaciones de granjas agrícolas de pequeños empresarios agrarios y campesinos que va dejando la dinámica capitalista  -proceso que se acentúa en cada crisis- los grandes empresarios agrarios consiguen aumentar su producción y sus ingresos mediante la adquisición de más superficies para sus unidades económicas. Paralelamente, a partir de 1992 se han establecido pagos compensatorios por la superficie no cultivada a fin de controlar la sobreproducción. De este modo, también se producía un abaratamiento de los productos pagados al productor al suprimirse las subvenciones a los excedentes (3). La consecuencia principal fue la expansión conseguida por los principales monopolios europeos a fin de disputar los diferentes mercados y áreas de influencia.  En la creación de valor en el sector agrario participan empresas como Syngenta, Bayer, Basf, Same, Nestlé, Louis Dreyfus y Carrefour en diversas alianzas con grandes bancos monopolistas como el ABN AMOR, Deutsche Bank, Banque de France, BZ-Bank y UBS Warburg. 


Japón no alcanzó los mismos resultados de autosuficiencia alimentaria pero  se mantiene como una de las potencias económicas internacionales. Grandes empresas como A.S.C., Mitsui, Itochu, Marubeni, Coyoy, Tomen y  Sumitomo  se han extendido a escala mundial y sobre la comercialización  y/o producción de diversos productos (sobre todo en commodities agrícolas y  no agrícolas) y tractores Mitsubishi, Kubota e Hinomoto.

Con respecto a la República Popular China y su integración a la economía    mundial capitalista (4), su territorio ha recibido capitales extranjeros de  origen estadounidense, europeo y japonés desde 1980 pero, al mismo    tiempo, ha emergido como potencia imperialista, pasando a realizar crecientes inversiones directas de capital chino en el extranjero. En el área  de alimentos, insumos, maquinarias e infraestructura  los capitales chinos  han comenzado a expandirse a otros países desde comienzos de la década  de 1990. En su relación con la Argentina, mientras las importaciones  de soja  y aceite de soja se han incrementado, también crecieron sus inversiones en  campos del territorio nacional para la producción de granos (5) y sus  exportaciones de productos industriales.

Entre los países emergentes devenidos en potencias rezagadas en la cadena imperialista, consideramos oportuno mencionar las modalidades específicas que encuentran las poderosas empresas brasileñas que incursionan en el ámbito del complejo agropecuario, entre las que se puede destacar, a modo de ejemplo a: Petrobras (combustibles, biodiesel y fertilizantes), JBS-Friboi (carnes, lácteos y biodiesel), AmBev (cervecería) y Marfrig (carnes) (Saggioro García et.  al., 2009).


Los mecanismos de acción estatal y el complejo agroalimentario
Estamos lejos de considerar que el Estado-nación se ha vuelto menos significativo que en el pasado, como intentan teorizar los abordajes que atribuyen cierta pérdida de relevancia a la organización estatal. El Estado desempeña un papel importante en la acumulación de capital protegiendo y legitimando los derechos de propiedad privada, manteniendo un marco jurídico acorde y el uso de la fuerza legítima (a nivel nacional e internacional), controlando y regulando la circulación de mercancías y de personas, promoviendo una determinada estructura ideológica, y movilizando recursos y estableciendo alianzas de clase.  

No obstante, en esta fase imperialista del capitalismo, las llamadas empresas transnacionales actúan, paralelamente, como un actor fundamental pero integrado al desarrollo de los Estado-nación, los cuales expresan la hegemonía de una determinada burguesía con alianzas e intereses que trascienden las fronteras nacionales. Las empresas transnacionales -y no son la excepción las que están inmersas en el complejo agroindustrial mundial- necesitan los aparatos estatales para encontrar facilidades en la extracción de recursos y la penetración en los mercados; es decir, las políticas tienen el poder de obstaculizar o favorecer a las empresas en su búsqueda de insumos y fuentes de materias primas, salvar empresas de la crisis o apuntalar su auge. De este  modo, no es extraño encontrar en los Consejos de Administración de las empresas individuos que han participado en carácter de presidentes, ministros, senadores y diputados de diferentes gobiernos (6). 

El desarrollo de organismos supranacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y sus organismos asociados -como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO)- implican negociaciones y tomas de decisiones de los Estado-nación (de acuerdo a los intereses económicos de sus respectivas burguesías) con respecto a la agricultura, el comercio internacional, el desarrollo tecnológico y el cuidado del medio ambiente. En este sentido, valdría considerar que el predominio de los intereses capitalistas, hasta el momento, ha tendido a una subordinación de las mencionadas problemáticas a la lógica del capital.

A modo de cierre
Hemos intentado resumir algunos aspectos económicos, sociales y políticos vinculados a los problemas alimentarios y, en particular, a la presencia de los capitales imperialistas en los complejos agroalimentarios que nos permiten plantear la necesidad de atender a varias cuestiones. En primer lugar, el control de un puñado de grandes empresas sobre los principales sectores agroindustriales ejerciendo una fuerte injerencia en la determinación de precios, desaparición de empresas competidoras, fuerte dependencia de los consumidores y pequeños productores. En segundo término, el enorme poder de las colosales empresas agroindustriales que las lleva a operar no solamente en el terreno de la producción sino que también sus intereses son volcados a diferentes áreas como las entidades financieras, incrementándose los procesos de adquisición y fusión con casas bancarias y empresas de diferentes ramas de la producción y la comercialización. En tercer orden, la permanencia de capitales vinculados a viejas potencias imperialistas y el surgimiento de nuevos imperialismos segundones o subimperialismos que procuran competitivamente mantener y expandir sus áreas de influencia a nivel mundial. En cuarto lugar, el desempeño no neutral de los Estados y las organizaciones supraestatales en temas como la adopción tecnológica, la seguridad alimentaria, el impacto social de la dinámica capitalista en el agro y la cuestión medioambiental. 

Por último, quisiéramos enfatizar que los debates sobre la falta de alimentos, normativas sanitarias, regulaciones públicas, impactos sobre el medio ambiente, procesos de desplazamiento de los agricultores familiares deberían no omitir una perspectiva que adopte la crítica al capitalismo en su fase imperialista. 


* Docente-Investigador del Colectivo de Estudios e Investigaciones Sociales (CEISO)/Universidad Nacional del Sur/ Universidad Nacional de Mar del Plata/ Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios (CIEA) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Correo electrónico: fernandogromero@gmail.com

(1) Tal como sostuviera a principios del siglo XX Vladimir Lenin, el imperialismo constituye una fase específica de la evolución del régimen capitalista (Lenin, 1970 [1916]). Sin omitir que desde entonces la economía mundial ha atravesado grandes cambios, consideramos que desde comienzos del siglo XX –o incluso desde los últimos años del siglo XIX- hasta la actualidad se expresa una continuidad histórica en términos de exacerbación de los intentos de dominación económica y de la disputa entre las potencias por adueñarse de mercados.

(2) Entre 1975 y 1987, las exportaciones agropecuarias de los Estados asociados en la Comunidad Europea pasaron de 11,6 a 30,7 mil millones de dólares.

(3) En 1987, la sobreproducción de carne, leche y cereales llevó a restringir las subvenciones estatales para la compra de excedentes agrícola permitiéndose el deterioro de los precios.

(4) Una visión no coincidente con nuestra postura argumenta que el crecimiento de la economía china se debe a una  “reforma socialista” y a los logros de “un régimen considerablemente equitativo de distribución” (Tablada y Dierckxsens, 2005: 230).

(5) En 2010, la empresa estatal Heilongijang Beidahuang State Farms Business Trade Group Co Ltd. acordó con la provincia de Río Negro el alquiler de campos para producir soja, trigo, maíz y colza bajo sistema de irrigación.

(6) En Argentina, sólo para dar algunos ejemplos, podemos mencionar los caso de José Alfredo Martínez de Hoz, ex ministro de Economía de la dictadura de Videla, quien integró el comité internacional del Consejo de Administración del Chase Manhattan Bank;  Guillermo Walter Klein, funcionario de Estado y apoderado de 22 bancos acreedores de la deuda externa argentina; los ex ministros de Economía Miguel Roig y Néstor Rapanelli durante el gobierno de Carlos Menem, altos ejecutivos de Bunge & Born.   Los mecanismos de “la puerta giratoria” permiten considerar como los personajes influyentes pasan a trabajar de la esfera pública a la esfera privada y viceversa (Verger, 2003:70-71).



Bibliografía

-Busch, Lawrence (1994). “The State of Agricultural Science and the agricultural science of the state”, en: Bonanno, Allessandro y otros. From Columbus to ConAgra: The Globalization of Agriculture and Food.  Lawrence, Universty Press of Kansas.
-Friedmann, Harriet (1992). “Distance and Durability: Shaky Foundations of the World Food Economy”, en: Third World Quaterly. University of London, 1992, Vol. 13, N° 2.
-Lenin, Vladimir ([1916]), “El imperialismo, etapa superior del capitalismo”, en Lenin, Vladimir (1970). Obras Completas. Buenos Aires, Cartago,  T. XXIII.
-McMichael, Phillip y Myhere, David (1990). “Global regulation versus the Nation-State: Agro-Food Systems and the New Politics of Capital”, en: Review of Radical Political Economics. Vol. 22 (1).
-Morgan, Dan (1979). Los traficantes de granos. Buenos Aires, Abril, 1979.
-Muller, Geraldo (1982). “La agricultura y el complejo agroindustrial en el Brasil: cuestiones teóricas y metodológicas”, en: El Trimestre Económico. 1982, N° 49, octubre-diciembre.
-Saggioro García, Ana y otro (2009). Empresas transnancionais braileiras na América Latina. Um debate necessário. São Paulo, Expressão Popular.
-Tablada, Carlos y Dierckxsens, Wim (2005). “El ‘milagro chino’”, en: Tablada, Carlos y Dierckxsens, Wim, Guerra global, resistencia mundial y alternativas. Buenos Aires, Nuestra América.
-Teubal, Miguel (1995). Globalización y expansión agroindustrial. ¿Superación de la pobreza en América Latina? Buenos Aires, Corregidor.
-Verger, Antoni (2003). El sutil poder de las transnacionales. Lógica, funcionamiento e impacto de las grandes empresas del mundo globalizado. Barcelona, Icaria.

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